«El Verdadero Enemigo: Cómo Entender que el Enfado es un Reflejo de Nosotros Mismos»
noviembre 10, 2024Elijo paz y amor
Un día, como en los cuentos, tuve una situación personal, laboral, económica y social, que podía ser mas o menos cómoda. En principio y, aparentemente todo era agradable, y digo aparentemente porque también ocultaba miedos, dudas, complejos, inseguridades que mi posición social y sobre todo laboral, me permitía ocultar a los demás, aquello que yo pensaba sobre mí y que en principio, nadie más sabía. Construí el personaje que me permitió sentir una aparente confianza que era lo que quería transmitir y que los demás vieran. Era la imagen a proyectar para que confiaran en mí. Una imagen creada principalmente para gustar, complacer y sobre todo para evitar el conflicto, conflicto que me llevará a un posible sentimiento de rechazo o de abandono. Heridas de la infancia que cuando somos adultos se activan, pues en el fondo seguimos siendo esos niños que un día fuimos.
No sé cómo me veían los demás, ahora, yo si era consciente de todo aquello. El caso es que aparentemente me iba bien. Me sentía respaldado por mis superiores y respetado y aceptado por la mayoría de mis subordinados.
Es curioso cómo cambia la percepción que tenemos de nosotros mismos, de cómo creemos que nos ven los demás, cómo nos ven realmente y cómo nos gustaría que nos vieran. Puedes hacer el ejercicio de preguntar a tu entorno a ver qué pasa. El ejercicio sería el siguiente: Pregunta cómo te ven los demás y observa si se parece a cómo te percibes y si coincide con cómo quieres que te perciban. Hecho este paréntesis continúo con mi exposición.
El caso es que todo aquello un día se acaba, se termina y, aunque era mas o menos esperado para mí, la realidad es que fue un trauma. Lo viví como algo injusto, me sentí rechazado, abandonado, avergonzado, humillado. Me aislé, no quise saber nada de nadie, quería ser invisible. Sentía rabia y frustración, mucha frustración. Aquellas personas en las que confiaba y me apoyaba y en principio, me apoyaban, no aparecieron. Me refiero a los superiores pues sí tuve el apoyo de mis subordinados. Aun así, la poca confianza que podía tener sobre mí en esos momentos se desapareció.
Durante mucho tiempo esos sentimientos se apoderaron de mí. Mis pensamientos eran recurrentes en este sentido, injusticia y rabia básicamente. Hasta que estos mismos pensamientos me llevaron a una depresión, además de pasar de un trabajo a otro incapaz de centrarme en ninguno de ellos. El rencor y el resentimiento no me permitían avanzar. Me mantenían en un pasado doloroso que no conseguía superar.
Esta situación con el tiempo se ha convertido en un regalo, pues, gracias a ella miré de frente a mis complejos, miedos, inseguridades, baja autoestima y poco amor propio y, con el tiempo y la dedicación de los últimos años he ido haciendo las paces conmigo hasta alcanzar un estado bastante aceptable de paz interior y gran aceptación de mi mismo. Así como el aprender a aceptar las cosas tal como son, tal y como vienen.
En el transcurso de este tiempo somaticé, es decir, mi cuerpo hablaba lo que mi boca callaba. Aparecieron problemas de respiración, asma y de piel por todo el cuerpo. Mi propio cuerpo me quemaba literalmente. ¿Te suena la expresión? ¡Estoy quemado! Pues eso.
«Suelta y deja ir» Justo. Somos dueños de nuestros pensamientos, tenemos la capacidad de elegirlos y por lo tanto de dirigirlos, de tal manera qué podemos decidir seguir en el pasado o permanecer en el presente. Soltar y dejar ir es dejar atrás el pasado, agradecer por todo lo aprendido y experimentado y seguir hacia delante, es confiar en que todo pasa por y para algo y que eso siempre es necesario para nuestra evolución y crecimiento como seres humanos.
Soltar y dejar ir es elegir paz. Hoy decido soltar aquello que aparentemente me causó algún tipo de dolor para elegir estar en el ahora y experimentar paz. Soltar y dejar ir miedos, dudas, inseguridades, complejos para elegir aceptarme tal y cómo soy. Hoy miro esas situaciones, esas experiencias y las dejo ir, las suelto, como la hoja de un árbol junto a un rio que ve como sus hojas se caen al agua y la corriente se las lleva sin más, confiando en que la primavera hará que nuevas hojas broten con toda la fuerza que la naturaleza dispone. Vivas y renovadas.
Hoy suelto y dejo ir, agradezco y elijo paz.
Cuando eliges paz en realidad estás eligiendo soltar el miedo y el control permitiendo lo que es. Aceptando que las cosas son como son y no cómo queremos que sean. Esto es lo que quiere nuestro ego. Puedes tener en cuenta que el amor permite y expande mientras y que el ego limita y encoge.
Yo he elegido, ahora puedes hacerlo tú. ¿Qué eliges amor o miedo?
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